Sólo vamos a ocuparnos aquí del problema de las ratas y de las moscas por su universalidad, pero muchas de las medidas que se mencionan pueden tener suma importancia para el control de diferentes insectos u otros organismos biológicos.
Las ratas interesan por la enfermedades que pueden propagar al hombre y por los perjuicios económicos que causan. Son responsables de la peste bubónica y del tifus exantemático (ambos transmitidas por pulgas), de la leptospirosis y la triquinosis, y en cierta medida de otras enfermedades, como la salmonelosis, etc. En la Argentina, ciertas especies de ratones de campo se han visto involucradas en la transmisión de la fiebre Hemorrágica Argentina y la infección por Hantavirus.
Su acción destructora es casi ilimitada: se ejerce sobre los granos en general, frutas, vegetales, aves de corral, mercaderías almacenadas, estructuras edilicias, etc.
Teniendo en cuenta los factores responsables favorecedores de su creación, la abundancia de roedores puede tomarse como una medida del grado de eficiencia de los servicios de saneamiento de una ciudad. Las actividades de control sólo pueden ser eficaces si se realizan mediante planes integrados y permanentes de lucha, en los que se asigne preferente atención a las acciones destinadas a crear condiciones inadecuadas en el medio para la vida del roedor. Unicamente así y no mediante campañas esporádicas, basadas solamente en el empleo de raticidas, pueden lograrse positivos beneficios en esta lucha.
La correcta eliminación de las basuras, el mantenimiento de la limpieza de la vía pública y la higiene del medio en general, son medidas de saneamiento cuyos alcances van todavía más allá de lo exigido para el control de los roedores.
La lucha contra las moscas encuentra igualmente en estas acciones de saneamiento del medio el fundamento básico de los programas para combatirlas. Sin pretender discutir la importancia epidemiológica de las moscas, no puede dejar de reconocerse su papel como transportador mecánico de gérmenes.
En un estudio realizado en Chile se pudo demostrar la preferente contaminación de las moscas con gérmenes entéricos. Sobre un total de 1.000 moscas capturadas en distintos ambientes, se encontró una proporción de 84 % de enterobacterias y un 16 % de otras familias bacterianas. También es ilustrativa otra investigación llevada a cabo en Egipto: entre moscas capturadas en distintos sitios y con los cuales se formaron 156 criaderos de 25 moscas cada uno, se comprobó en todos ellos, excepto en uno, positividad para Escherichia coli, Shigella sp o Salmonella sp. Se reveló asimismo que la mosca puede ser portadora de shigellas durante 12 días y de salmonellas hasta 28 días.
Hay otras observaciones interesantes que documentan de igual modo la importancia de la mosca en la transmisión de gérmenes patógenos. En la ciudad de Boston se encontró que la morbilidad por diarreas en niños, sufrió una reducción de más del 50 % cuando se evitó que las moscas tomaran contacto con las heces (programa de letrinas). Hubo una significativa diferencia en la prevalencia de infección por Shigella, así como en el número de casos notificados de diarrea y de defunciones por diarrea y enteritis en niños menores de 10 años, en ciudades en las que se realizó el control de moscas, comparativamente con otras ciudades de similares características en las que no se llevó a cabo ninguna medida de control.
La lucha contra las moscas puede darse como ejemplo más demostrativo de la importancia que adquieren las medidas de higiene del medio, en contraposición con el uso exclusivo de insecticidas en los programas de lucha. La mosca es uno de los insectos que más rápidamente desarrollan resistencia a los insecticidas. Hay suficiente experiencia probatoria de su ineficiencia a largo plazo comparativamente con las medidas de saneamiento ambiental. Es indispensable la organización eficiente del servicio de limpieza de las ciudades y el de la recolección final de residuos domiciliarios, a fin de obtener resultados positivos en esta lucha.
Fuente: Adaptado de: Olivieri, Félix y colab.; Cátedra de Medicina Preventiva y Social; Capítulo VIII, pp 183/ 186; 2da Edición, Buenos Aires, EUDEBA, año 1982.
No hay comentarios:
Publicar un comentario