Por el Ing. Agr. Pedro Daniel Leiva (INTA Pergamino)
Al momento de realizar una pulverización y decidir la herramienta de aplicación de plaguicidas, se debe tener en cuenta el estado del cultivo y las condiciones ambientales.
Considerando un cultivo de soja sembrado a 50 cm, con entresurco cerrado, una altura de planta de entre 80 y 90 cm y en estado fenológico R3 (principio de formación de vainas), un equipo terrestre automotriz en suelo seco provocaría una pérdida por tránsito del orden del 3 %. Para una expectativa de rendimiento de 40 quintales por hectárea, la pérdida sería de 120 kg por hectárea.
Foto: INTA
Un avión no produce estas pérdidas, entonces al comparar alternativas existe un handicap de muchos dólares por hectárea a favor de los tratamientos aéreos. Para esta circunstancia de tratamiento fitosanitario existe la falsa idea de pensar que el avión resulta más costoso que un tratamiento terrestre, cuando en realidad por cada tratamiento terrestre se pueden pagar tres aéreos.
Para que la aplicación aérea de funguicidas en soja resulte óptima, se debe usar un volumen de 15 litros por hectárea y anchos de faja variables: 18 metros para aviones chicos y 20 metros para los grandes.
La cantidad de gotas sobre el cultivo varía entre 50 gotas/ cm2 para sistemas aspersores rotativos y 35 gotas/ cm2 para barra con picos. Esta cantidad de impactos garantiza una penetración de 10 gotas/ cm2 en el centro de la biomasa del cultivo.
Cuando la humedad relativa es inferior al 40 % se recomienda no hacer tratamientos porque no resulta posible mitigar la evaporación de las gotas chicas. Cuando las condiciones de humedad superan el 60 %, la evaporación no resulta significativa. En situaciones intermedias, se recomienda el uso de aceite antievaporante a dosis fija entre 1 y 2 litros por hectárea, para atmósferas entre 50-60 % y 40-50 % respectivamente. También se ha demostrado la ventaja del aceite de soja en tratamientos, a 1 litro por hectárea, por su mejor comportamiento en la protección de las gotas chicas.
En todos los casos se aconseja el uso de tensioactivo orgáno siliconado (sólo y en mezcla con el antievaporante) por dos razones bien fundamentadas: reduce el tamaño de la gota, factor esencial para una penetración profunda en la masa foliar, y garantiza una óptima absorción del funguicida.
Ventajas del avión.
Si las enfermedades se inician en el estrato inferior de un cultivo y los funguicidas sólo traslocan dentro de la hoja, resulta obvio que para lograr efectos de control hay que distribuir la dosis apuntando al tercio inferior y medio del follaje.
Teniendo en cuenta los distintos estratos del cultivo, los equipos terrestres distribuyen entre el 65 y 70 % de la dosis en el tercio superior, mientras que los aéreos (equipados con aspersores rotativos) sólo distribuyen allí en 45 % de la dosis.
El estrato inferior de la planta recibe el 20 % con avión y un 2.5 a 5 % con aplicación de cono hueco y doble abanico respectivamente. En otras palabras el avión ubica, al menos, cuatro veces más dosis donde inicia la enfermedad.
Fuente: Clarín Rural, 22/ 01/ 2011, p.5.-
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